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Limpieza

Crece sin cesar el número de personas y organizaciones preocupadas por la salud de nuestra casa común. Por todas partes se levantan voces de alarma que se preguntan si este planeta será capaz de resistir por mucho más tiempo nuestro desorden ambiental. Hasta los políticos menos carismáticos han incorporado a su discurso un par de menciones a los mares, el aire, y las tierras. Hablan de ello con rostro afectado y maneras estudiadas buscando impresionar a una audiencia que les vote en la próxima elección.

Por otra parte, en las escuelas de muchos países se enseña a los niños a preocuparse por cuidar y respetar el medio ambiente por aquello de "tenemos que crear un capital humano listo para llevar adelante un desarrollo sostenible".  Hasta aquí, todo luce muy loable y despierta admiración. Hermoso.

Pero ese discurso no pasa de ser un bello barniz que enmascara el problema real. No podremos salvar el
planeta si no aprendemos a ser mejores seres humanos desde nuestra más absoluta individualidad. Las sociedades no son más que la consecuencia de los individuos que las componen. De ninguna manera la extrapolación de la psiquis de cada individuo puede tomar distancia del comportamiento general del  conglomerado humano que lo engloba. Son totalmente dependientes. De hecho, la consecuencia más directa que pudiese existir.

En estos tiempos se promueve el tener como una virtud. Y el ser, que debería comportarse como el sujeto y centro consciente de toda la experiencia humana, ha quedado atrapado en un sinfín de absurdos sociales que tienen como centro al egoísmo más primitivo. No se equivocan aquellos que aseguran que la sociedad humana está, literalmente, enferma de banalidad.

Por alguna extraña asociación de ideas que no logro entender viene a mi mente un cuento de García Márquez escrito en la década del sesenta del siglo pasado. En ese cuento, un alcalde va donde un dentista a sacarse un cordal que le atormentaba. Luego de la extracción el alcalde le dice al dentista que le pase la cuenta. Y el dentista, teniendo presente la posición que ocupaba quien había sido su paciente, le pregunta: ¿"a usted, o al municipio"?.
La respuesta del alcalde fue: "es la misma vaina".

Podremos alzar hasta el infinito nuestros gritos clamando por una tierra más limpia y verde, por unos ríos, lagos, y mares más cristalinos, por un aire sin contaminación que sea más respirable, pero nada podremos lograr si no comenzamos por descontaminarnos a nosotros mismos de....tantas vainas.

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