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Chismes

El gusto por conocer lo que ocurre en las vidas de otros se pierde en la noche de los tiempos. A los famosos, tan encantados con la fama, les provoca un verdadero dolor de cabeza  mantener un poco de privacidad. Algunos de ellos no saben manejar las consecuencias y sufren por ello.

Uno de los sitios web más famosos del mundo es perezhilton.com , llevado por un cubano-americano llamado Mario Armando Lavandeira. Se ha hecho famoso hablando de los famosos. O para ser más exacto, contándole a la gente lo que pasa en las vidas de los famosos. Millones visitan su web cada mes deseosos
de saber las interioridades de las estrellas del arte y el entretenimiento. Los chismes atraen. Y venden.

El área de acción del gusto por los chismes no se circunscribe sólo a lo que ocurre alrededor de los famosos. Alcanza al barrio, al centro laboral, a la escuela, a la política, en fin, a todo el ámbito donde nos movemos y existimos. Pero todo cambia cuando el sujeto de los chismes es uno mismo y todas las flechas apuntan hacia nuestra vida privada. Es en ese momento que, con el ceño fruncido, le pedimos a Dios, como pidió San Pablo, que nos quite esa "espina de la carne".

¿Y por qué nos comportamos así?  No estoy muy seguro, pero a principios del siglo XX un italo-argentino llamado José Ingenieros escribió un libro titulado "La simulación en la lucha por la vida",  donde sostiene la tesis "los seres humanos y los animales no se presentan como son por razones de supervivencia".

Y yo diría que la razón fundamental del gusto por los chismes es lo que sigue: nos permite esconder nuestras faltas propias tras las faltas de los demás. "Simulamos", dijo Giuseppe Ingegnieri.

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