Por supuesto que si, la ansiedad es real y son muy conocidos sus síntomas y el malestar que producen. Sin embargo, también se sabe que los desórdenes de ansiedad tienen una raíz que se fundamenta en la desequilibrada noción de la realidad y en una percepción errónea de los eventos que tienen que ver con nuestro entorno. Además, es bien conocido que un cerebro ocupado junto a un cuerpo que no lo está produce ansiedad.
Cuando estamos ansiosos el puente que unía a nuestra mente con nuestro cuerpo se ha roto. Toda la energía mental que almacenamos en nuestro cerebro no encuentra salida y comienza a perturbar de manera seria el
funcionamiento de nuestro organismo. Ha empezado, así, un ataque de ansiedad.
Llegados a este punto se impone una reconexión entre nuestro cuerpo y nuestra mente. Debemos reparar el puente roto para que el flujo de energía positiva se restablezca. Meditar una y otra vez en el estado de malestar que estamos sufriendo sólo puede lograr que este se incremente, pues la ansiedad se alimenta, precisamente, de los pensamientos negativos que envuelven al malestar. ¿Qué colores ves? ¿Cuáles olores te rodean? ¿Qué sientes cuando te colocas una mano sobre la frente, o sobre el brazo, o sobre una pierna? Poner tu mano sobre el abdomen y respirar profundamente mientras pones toda tu atención en ese acto es una valiosa herramienta para comenzar el necesario proceso de distensión mental. Esas sencillas meditaciones pueden comenzar a despejar el ataque de ansiedad y a poner las cosas en su sitio.
La ansiedad no es del todo negativa
Por otra parte, debe comprenderse que los estados ansiosos no son del todo negativos. Son una voz de alerta ante el medio que nos rodea y que se puede comportar potencialmente hostil en contra nuestra. Si careciéramos de ese sistema de alarma seríamos víctimas fáciles de circunstancias ante las cuales nos veríamos imposibilitados de reaccionar. Si ves una cuerda gruesa tendida en el camino y la confundes con una serpiente seguramente reaccionarás con mucha prudencia, porque sabes que existen serpientes muy venenosas que pudieran terminar con tu vida en cuestión de minutos. En este ejemplo habrás usado tu experiencia para tomar una acción que protege tu vida. Has luchado por ella.
Pero, ¿qué hay si sientes ansiedad y no existe, aparentemente, una razón para ello?
Ansiedad irracional
Este tipo de ansiedad patológica se produce cuando una persona se comporta como si un gran peligro la amenazara sin que exista realmente ese peligro. Los síntomas de ese tipo de ansiedad, entre otros, incluyen copiosa sudoración de la manos, palpitaciones, angustia, temblores, mareos, la certeza de que se padece una enfermedad grave, etc. No es muy nítida la línea que separa este tipo de ansiedad de los ataques de pánico. Entre las causas de este tipo de trastorno se encuentran la falta de trabajo, los sentimientos de inseguridad, la insatisfacción de las expectativas, la incertidumbre, etc. Definitivamente, la causa de ese estado es la incapacidad de una persona para hacerle frente al estrés. Es muy útil reconocer la diferencia entre esos estados de miedo intenso y la ansiedad "normal".
Ansiedad y acción
Los ejercicios al aire libre y los paseos en contacto con la naturaleza ayudan grandemente a eliminar los estados de ansiedad. Cuando haces ejercicios físicos en realidad estás meditando y tu estado mental se calma por el gasto de energía. Se restablece así la armonía cuerpo-mente tan necesaria para el normal funcionamiento de nuestra vida.
Repito:
Debe comprenderse que la inactividad física y una mente preocupada en exceso producen ansiedad en cualquier persona. Si cada vez te mueves menos y te preocupas más, llegarás a padecer desórdenes de ansiedad. Y una muy mala noticia es que los estados de ansiedad prolongados también influyen en el desequilibrio no sólo de la mente, si no, del cuerpo. Debido a la acumulación de energía ansiosa producida por el pensamiento la acción se constituye en nuestro mejor aliado.
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